Puede que la población de China se esté reduciendo, pero la formación de hogares todavía tiene margen de maniobra. Sin embargo, la urbanización es un viento de cola que se está debilitando y, dada la importante acumulación de inventarios, los responsables políticos no pueden frenar un descenso de la demanda subyacente para siempre.

  • Como decíamos, es probable que la población China haya empezado a disminuir en 2022, pero esto no indica un colapso inminente de la demanda subyacente de vivienda. De hecho, pensamos que la urbanización en China tiene más recorrido, y el número de hogares debería seguir creciendo hasta 2040. 

  • Sin embargo, la demanda subyacente generada tanto por la urbanización como por la formación de hogares se debilitará a partir de aquí. El aumento de 4 millones de hogares al año es aproximadamente la mitad del ritmo experimentado entre 2000 y 2010. Además, nuestros modelos apuntan a que en los últimos 10 años se ha generado un considerable exceso de existencias. 

  • Asimismo, es  posible que factores estructurales -como la urbanización y los limitados vehículos de ahorro alternativos- mantengan las vacantes en un nivel alto (~12,6%), limitando un ajuste complicado derivado de un exceso de inventarios. Y los responsables políticos tienen margen para retrasar el reequilibrio en el sector inmobiliario, por ejemplo, lanzando otra campaña de reurbanización de barrios de chabolas. Pero no pueden frenar la marea para siempre: el debilitamiento de la formación de los hogares debería frenar también la construcción, lo que probablemente crearía un lastre importante para el crecimiento a largo plazo si no se producen reformas importantes en el modelo de crecimiento de China. 

  • Estas dinámicas pueden estar demasiado lejos en el futuro para influir en los mercados de renta variable y de crédito ahora (este último está preocupado, con razón, por la solvencia a corto plazo), pero esto refuerza nuestra creencia de que la ralentización del crecimiento potencial equilibrará en gran medida la presión al alza de la demografía (y las menores tasas de ahorro asociadas) sobre los tipos de interés reales de equilibrio (r*) y los rendimientos de la deuda pública. 

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